3 Mis motivos para dejar escrita la crónica de mi familia.

3 Mis motivos para dejar escrita la crónica de mi familia.

Mi nombre es: Joaquín Echeverría Menéndez, creo que ha llegado el momento de recapitular mi vida. Para situaros os diré que nací en el año de 1883 del siglo pasado. Ahora pasados los años cincuenta mi vida está llegando a su fin. En ella viví y traté en diferentes circunstancias la alegría, la miseria, la ilusión, la pena, el desconsuelo y el orgullo, sin que el orden de esas emociones tenga ningún significado. Ahora en esa mezcla de sentimientos sueño con ellos expectante, a veces, preocupado en las noches en las que me falta el aire. La emoción viene cuando veo a mis hijos y nietos y el desaliento cuando veo la marcha del mundo. Sueño con estas personas que me rodean, rodearon o que no llegaré a conocer íntimamente o no conoceré en absoluto. Todos contribuyen a esos estados de ánimo por los que paso y todos me traen recuerdos de los momentos de mi vida.

Para componer esta relación tengo en mi poder documentos: cartas, muchas de ellas de la Guerra Civil y otros recuerdos, además del apoyo de la capacidad narradora de Manolo, el entusiasmo de Juaco, la tranquilidad de Pablo y la paz que me trasmite Enrique, sin olvidar la capacidad de razonamiento de Matilde o el barullo que me genera Adelaida.

No debo olvidar la tentación, vestida de amabilidad marrullera, que representó mi primo Adolfo, o la expresión de la fuerza de la naturaleza que era su madre, la tía Celedonia. No sé por qué mi padre, Bernardo Echeverría García, siempre tan fuerte e ilusionado no me toca del mismo modo, pero no compartí con él buenos momentos más que cuando vivía mi dulce madre. Después, una vez muerta, nada fue igual, vivimos el desorden y la privación.

Todas estas personas enumeradas de más cercanos a menos, me traen recuerdos y de ellos se proyectan hechos que intuyo que vendrán y que sé que si llegara a conocerlos también me producirían esos sentimientos que he enumerado.

Bien sé que con los hijos se sufren preocupaciones y que con los nietos solamente se disfruta de sus momentos, incluso de sus éxitos, pero que los sufrimientos son para los padres. Es por ello por lo que me gusta soñar ese futuro de las ramas de mi familia que ya están cogidas a mi tronco a través de otras, por lo que si las podan me duele menos y si dan flores bonitas me llenan de orgullo.

Creo que debo hacer un retrato de mí mismo porque lo que somos, o más bien lo que creemos ser, influye enormemente en cómo vemos o más bien en cómo percibimos los hechos en los que estamos involucrados o que presenciamos y en cómo los interpretamos.

Soy un anciano limitado en mis capacidades físicas, he llegado a viejo contra algunos pronósticos fáciles de hacer en determinados momentos, como cuando cogí una pulmonía y me atendieron en el cuartel, en el que servía como cabo primero, ya se puede suponer que en un hogar con su calor y cariño hubiera sido mucho más fácil. También mi vida peligró en la Guerra Civil al recibir un disparo de obús en la defensa de Oviedo, cuando nos defendíamos del avance de los Rojos en la Tenderina.

Por lo demás soy un suboficial de infantería, que pasó a situación de retiro joven y desde entonces me dediqué a la gerencia de un comercio de bastante actividad y a hacer contabilidades de pequeños empresarios. A raíz de la Guerra Civil mi comercio, el qué gerenciaba, cerró, pese a mi esfuerzo por mantenerlo operando, pero no aguantamos al mantenernos en la línea de no entrar en la ilegalidad del Estraperlo. Desde entonces pasé a vivir como un retirado joven al que adoran sus hijos y dediqué la mayor parte de mi tiempo a cuidar la educación de mis nietos mayores con diverso éxito, desde la excelencia hasta los fracasos más dolorosos. Pero los estudios son la única esperanza que tienen estas personitas que carecen de fortuna y no están siendo educados para ser empresarios.

NOTA. Creo que debo hacer una aclaración a lo que mi abuelo llama “estraperlo”, es una actividad ilegal que consistió en comerciar en el “mercado negro” con artículos intervenidos por el Estado o sujetos a tasa; se aplicó especialmente al comercio de productos racionados posterior a la Guerra Civil Española. 

También debo decir que el origen de este nombre es un escándalo político, como consecuencia de la introducción de un juego de ruleta eléctrica de marca Straperlo, nombre derivado de los apellidos de quienes promovieron el negocio. La estafa que se practicó con estas máquinas le dio una excusa Alcalá Zamora para propiciar la caída del gobierno de centro derecha que dio lugar a las elecciones de febrero del 36. Vuelvo al texto escrito por mi abuelo.

En mi vida, en mi ocio, siempre tuvo importancia la literatura y la cultura que aportan los estudios regulares. Siempre seguí y colaboré en la marcha de los estudios de mis hijos hasta que me fueron dejando atrás. Yo no pasé formalmente de aprobar tercero de bachillerato, pero en algunas materias como en las matemáticas mantuve el nivel con mis nietos en todo el bachillerato y en el latín mantuve también el ritmo de las carreras universitarias de mis nietas. 

En cuanto a la política siempre seguí la actualidad y el fenómeno económico, lo que en la posguerra me llevó a relacionarme con algunos de mis antiguos oficiales, algunos habían llegado a generales que ya estaban retirados. Nos reuníamos a hablar de mercados y oportunidades aunque ellos sabían que para mí eran ejercicios teóricos, por mi escasa capacidad económica, pero sé que ellos buscaban en esas charlas información para formarse opiniones para sus inversiones. Muchos de ellos ya no vivían en Oviedo pero habían dejado hijas casadas con asturianos y eran rehenes de estas visitas, en ocasiones las aprovechaban para invitarme a cenar.

En mis relaciones con mis hermanos que vivían en Cuba y Estados Unidos discutí de política por vía postal y presencial en sus visitas a España. Aunque mi hermano mayor disentía de mi pesimismo en el avance del Comunismo, yo siempre lo percibí y lo percibo como una amenaza a la prosperidad del Mundo, aún creo en el peligro real de que consigan apoderarse de todo.

Sólo me queda para que el lector comprenda mi estado de ánimo que mis hijos me adoran, que recuerdo y añoro a mi difunta mujer cada día, que en mi casa, en realidad la casa de mi hijo Andrés, viven algunos de mis nietos y que los mayores tenemos una especie de tertulia literaria permanente, discutiendo si tal personaje de tal novela estaba enamorada de este o aquel, como es el caso de Sotileza en la novela de Pereda, si era del marinero que se ahoga, Güergo, o del chico de buena familia con el que se casa, vamos, que a veces me divierten o me cansan esas discusiones estériles.

Con mis nietos, lo que tuve por un tiempo fue una especie de academia, en que fui algo así como un preceptor y ya digo que con resultados diversos. El tiempo pone a cada cual en su sitio. Hoy tengo que decir que la primera hornada de nietos a mi cargo después de alegrías y disgustos todos han obtenido sus titulaciones universitarias, aunque nunca lo hubiera esperado del mayor, del que llamábamos Manolín. Me llenan de orgullo, ya se verá qué esperar de los siguientes, pero esos no están ni estuvieron a mi cargo.

A partir de aquí intentaré ir contando la vida que conocí, no siempre manteniendo el orden cronológico, saltando de fechas, cuando la comprensión del relato lo precise. Aun cuando en ocasiones juzgue hechos de personas o incluso a personas, no pretendo tomar revancha alguna con nadie, sé que nadie aguantaría un juicio de su vida sin salir dañado, yo tampoco, pero creo que merezco el crédito de haber sido un hombre bien intencionado, un padre y marido dedicado y como abuelo, que me tomé más desvelos de los que se podían exigir. Sin más comienzo el relato.

 Aunque antes de comenzar con el relato debo advertir que mi intención es escribir para que quede memoria de lo que fuimos y de lo que quisimos ser, con objeto de que mis nietos y los nietos de mis nietos lo conozcan y se comporten en consecuencia.

Conocer los errores y los aciertos de los que nos precedieron, puede evitar muchos tropiezos y equivocaciones. Por eso advierto al posible lector que no pertenezca a la familia Echeverría, que esto no pretende ser literatura, esto es el relato de un viejo que se cree obligado a hacer advertencias a los que lo suceden y aunque a veces parezca que estoy juzgando, me gustaría qué sencillamente se sepa que estoy contando cosas a modo de advertencia a modo de prevenir a mis deudos de que uno es fruto de su vida, de su esfuerzo y del amor que pone. Los talentos que dios nos da pueden ser bien o mal administrados y nadie debe creer que tiene derecho a presumir de méritos ajenos, todos somos fruto de nuestras obras.

Administrad bien vuestros talentos ya que un día tendréis que dar cuentas y veréis que no siempre el que más recibió fue el que más tuvo al final de sus días y ese será el que menos presumió y el que más entregó, eso decía mi abuelo, que le habían advertido, una vez que le echaron la buenaventura. Cómo aparecerá más adelante este mi abuelo se llamaba Juan Echeverría Uranga.

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2. Carta con el encargo que me hace mi padre de divulgar la crónica de la familia.