28. La recuperación económica, “Dios aprieta, pero no ahoga”

28. La recuperación económica, “Dios aprieta, pero no ahoga”

Mis hijas con algunas amigas

Os decía que a la vuelta de Cuba nuestra casa era una ruina, me refiero a la situación económica, yo había vuelto con algo de dinero consecuencia de haber liquidado las cuentas en Cuba. Pero como decía la deuda con la Comparativa debía ser liquidada en un tiempo razonable. A mi, la situación me daba una vergüenza horrible y aunque mis socios eran absolutamente comprensivos y estaban encantados de mi regreso, decidí adelantar el pago lo posible.

Llegó septiembre y no se pudieron pagar todas las matrículas de estudios de mis hijos. En el caso de Manolo que lo natural hubiera sido que se hubiera matriculado en el nivel superior de su profesión, Profesor Mercantil, no fue posible, hubo que sacrificarlo al no haber dinero suficiente. Matilde preparaba oposiciones a Maestra Nacional y Adelaida se matriculó de tercero de magisterio, yo temía que si no lo hacía ya nunca terminaría esos estudios. Juaco estaba matriculado en la Normal de Magisterio y no era necesario pagar todavía la matricula del instituto, que simultaneaba. Pablo comenzaba el bachillerato, en resumen, no había en ese momento dinero para tanta matricula y otros gastos. 

Ese año fuimos gastando mis reservas hasta octubre, el compromiso de pago de la deuda con la tienda era inasumible, además aunque me iban encargando algunas contabilidades no recuperaba ni con la ayuda de Manolo el nivel de ingresos anterior a nuestra ida a Cuba. Fue pasando el año y “Dios aprieta pero no ahoga”, mis hijos consiguieron dar algunas clases particulares, Juaco era muy simpático y extrovertido eso lo hacía un buen relaciones públicas, conseguía clases para él y Enrique.

Pero al llegar octubre, no había dinero para pagar todas las matrículas, llamé a Enrique en un aparte y le dije:

-Enrique, no voy a poder matricularte este octubre en bachillerato, pero tengo para ti un destino que te agradará más, como eres en el que más confío que estudie sin necesidad de ir a clase, dejas el bachillerato de momento y vamos a preparar tu y yo, el ingreso en la Academia de Infantería de Toledo, ya tengo el programa y cambió poco desde que yo aprobé el ingreso, así es que te podré ayudar con el estudio, el examen es en febrero, además para los hijos de los militares no hay coste de uniformes ni de nada, una vez que hayas ingresado, yo sé que para ti es perfectamente viable-

Enrique aceptó la idea y hasta se ilusionó, ese otoño estudió mucho y yo pensaba que ingresaría, rendía mucho en los estudios de las materias de Álgebra y Geometría y enseguida resolvía los problemas con más facilidad que yo, me llenaba de orgullo.

Cuando pasó Navidad vi que no podía pagarle el viaje y la estancia en Toledo y se lo dije, lo aceptó bien, como siempre, era muy impulsivo, pero de muy buena voluntad y generoso con la casa y con mis angustias. 

Le dije: -Lo razonable es que aproveches tu tiempo matriculándote libre en la Escuela Normal de Magisterio, de aquí a junio te aseguras primero y el año que viene lo pensamos.

Ese año me dio bastantes satisfacciones y se puso de manifiesto que como os dije “Dios aprieta pero no ahoga”.

Ese otoño Enrique estuvo enfermo y después de quince días en cama, cuando se levantó había crecido tanto que no le servía la ropa, en particular el abrigo. Tampoco el de Juaco, que era en ese momento más pequeño de tamaño, pese a tener más edad. Como no necesitaba salir a clase, sólo de paseo, lo hacía exclusivamente cuando venía a casa su hermano Manolo, usando su abrigo, así no fue necesario comprarle uno para él.

En resumen los días de frío uno de los dos tenía que estar en casa, por tener un único abrigo que usaban alternativamente. Hoy mis nietos, si hace falta, se ponen tres jerséis, pero entonces se era más convencional con las modas, en las casas de clase media apurada, como era la nuestra, queríamos ser “honrados, aunque pobres”.

Por aquellas fechas Juaco había dejado la asistencia a las clases de bachillerato y cursaba segundo en la Escuela Normal, que era como se llamaba la escuela de Magisterio.

Enrique y yo habíamos trabajado bastante su examen de ingreso en la Academia Militar y eso le dio una formación sólida que le facilitó superar primero de magisterio sin problema.

Enrique comenzó a ir a clase, no recuerdo de dónde sacó el abrigo, no se si heredaría de alguno de sus primos o si se le compró uno, pero fue para él una liberación el salir a la calle a diario y relacionarse con compañeros. 

Contaré una anécdota que habla de nosotros, de nuestra casa. En la Escuela Normal había un profesor de matemáticas andaluz, cuya forma de hablar chocaba mucho a sus alumnos, a mí me parece que ya no se me notaba mi infancia en Andalucía en el idioma. Este profesor tenía la costumbre de aprobar a sus alumnos a medio curso si demostraban saberse la asignatura. Les hacía un examen oral en clase, que se celebraba a la vista de sus compañeros. Juaco convenció a Enrique para que se examinara. Enrique pidió el examen a los pocos días de ir a clase un día que el profesor preguntó si alguien estaba dispuesto a pasar la prueba. Enrique al levantarse para ofrecerse y al querer que no se le adelantara nadie hizo gran estruendo con el pupitre. El profesor se molestó por lo que le pareció una falta de modales. Además Enrique era para él un desconocido.

El profesor se dispuso examinarlo, metiéndole los dedos bastante, para exigirle que demostrara el conocimiento de la asignatura. Después de una hora de examen el profesor se dio por satisfecho y le preguntó su nombre para recoger en las listas que estaba aprobado, pero Enrique no estaba en las listas, al saber que Enrique era un alumno “libre oyente”, el profesor dijo: -Bueno, un día perdido-.

Al día siguiente Juaco se encontró con el profesor de Matemáticas en los pasillos de la Escuela Normal y éste le preguntó si tenía un hermano en 1º. Cuando Juaco le dijo que sí, el profesor dijo: 

-Es mejor que usted- y se marchó sin decir nada más.

Juaco llegó a casa contándolo muy contento por el piropo que el profesor había dirigido a su hermano, sin asomo de celos, se quieren mucho.

En descargo de Juaco, tengo que decir que pese a las palabras del profesor de matemáticas de la Escuela Normal, cuelgo aquí un recorte de periódico en el que se habla de la brillantez de Juaco.

En resumen estas circunstancias conducen a la familia a vivir mejores momentos por la vía de la enseñanza. A medida que mis hijos se fueron haciendo mayores iban aportando ingresos y la economía familiar vivió por un tiempo un respiro, luego llegará la Guerra y lo trastocará todo.

No he hablado apenas de la vida de ocio de mis hijos, las chicas se dedicaban al paseo, visitas a las amigas y actividades de labores y culturales, de jóvenes las dos leían bastante y se les daban bien las relaciones sociales.

En 1925 Matilde sacó la oposición de Maestra Nacional, que así se llamaban los maestros que accedían a la plaza de funcionario del Estado, consiguió escuela en una aldea próxima a Villalba de Lugo, creo recordar que es Lanzós y pasaba el domingo en casa de unas amigas que le habían presentado las Vingolea, vuelve a aparecer el apellido de mi socio y es que estuvieron muy presentes en nuestras vidas y lo siguen estando.

Mi situación económica llegó a ser tan precaria, Matildina no acababa de incorporarse a la escuela que había ganado por oposición y Manolo apenas conseguía algunos trabajos de hacer contabilidades que yo le pasaba, que tuve que pedir socorro de nuevo a mi hermano Manolo, los que me conocéis podéis suponer la vergüenza que pasé, no le había escrito en este tiempo para no contarle nuestras penurias, pero al final no tuve más remedio que pedir auxilio. Reanudamos la correspondencia y ésta es su contestación:

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