34. Estalla el Movimiento. Otro golpe de estado.

34. Estalla el Movimiento. Otro golpe de estado.


No pretendo hacer una historia de la Guerra Civil, a la que últimamente llaman de Liberación, pero sí tengo que remarcar las cosas que afectaron a mi familia y la Guerra Civil nos afectó mucho. Arruinó nuestra prosperidad, como la de tantos españoles y condujo a mis hijos por derroteros no previstos, solamente Enrique siguió su camino aparente, quería ser profesor y lo fue, aunque estuvo muy mermado durante mucho tiempo debido a las heridas sufridas en la Guerra.

 También como ya relataré las condiciones de vida de la Guerra se llevaron por delante a mi esposa Matilde y después, la precariedad del comienzo de la postguerra, a mi nieta Adelaida.

La noche del 13 de julio de 1936 se produjo el asesinato de Calvo Sotelo, era el jefe del partido Renovación Española, que tenía algo más de una decena de diputados, no era como se dice el jefe de la oposición, el jefe de la oposición era Gil Robles, jefe de la CEDA, que tenía más de cien diputados. En casa cuando nos enteramos nos llenó de consternación. Luego se fueron sabiendo detalles, que había sido “detenido” en su casa, en la madrugada, por La Motorizada, una especie de milicia de los socialistas, el asesino resultó ser un guardaespaldas de Indalecio Prieto, líder del partido Socialista. Por supuesto que no se investigó ni se sometió a la justicia a los asesinos que eran de sobra conocidos y ascendieron un peldaño en la organización. 

 Esto nos confirmó lo que sabíamos, que era necesario resistirse a los gobernantes asesinos y que mis hijos tenían razón al ir acumulando armas para defender la casa o la patria. No estábamos dispuestos a que cualquier piquete con una pistola pudiera adueñarse de la casa, de los niños o de las mujeres. Porque nos parecía que era un riesgo cierto y estábamos dispuestos a repelerlo. Las villanías que habíamos visto y conocido en octubre del 34, nos llenaban de aprensión y confirmaban ese miedo, las turbas soberbias, ebrias de alcohol, de prepotencia y desprecio podían cometer cualquier atropello. Pero además “A rio revuelto ganancia de pescadores” y había habido atropellos cometidos por personas de apetitos desordenados al abrigo de ese atropello de todo derecho y consentido por los líderes, encantados del escarnio a los que consideraban desafectos a su causa.

Luego se supo que también habían ido a buscar a Gil Robles, Jefe de la CEDA, el principal partido que apoyaba al Gobierno, pero que al no encontrarlo en su casa se había librado del asesinato que le tenían preparado.

En casa pasamos unos días horribles de nerviosismo y sin saber qué hacer. El día dieciocho supimos del levantamiento del ejército de África y de la incorporación de Franco a la sublevación, se habían levantado el día diecisiete. Teníamos confianza en las capacidades de Franco, yo lo conocía superficialmente, pero pesaba más en mi opinión la compartida por otros militares. La mayor parte de los militares lo tenían por hombre frio y calculador, no dispuesto a afrontar riesgos innecesarios, no era un hombre dispuesto a arriesgar su carrera, y no esperaban que fuera a manifestarse tan decididamente. Parecía no querer aventuras desde que le habían dado un mando en Canarias, para contentarlo y alejarlo de la zona de decisión. Parecía que Franco estaba dispuesto a defender ese estado de cosas, como había defendido al gobierno Radical en el 34.

El día 18 Asturias no manifestó síntomas de rebelión, luego supimos de las negociaciones del Gobierno Civil con el Gobierno Militar, que ostentaba el coronel Aranda. Se suponía que Aranda tenía inclinaciones republicanas y daba la impresión que no se iba a unir al golpe de estado. Por mi yerno Manuel S supimos del descontento de los socialistas, por haberse negado Aranda a entregar armas a los movimientos ciudadanos marxistas.

La noche del 18 nos acostamos pronto con la intención de levantarnos temprano y presentarnos al alba en el cuartel del Milán. Allí yo era de sobra conocido, pero hicimos cola como los demás y nos alistamos. En seguida llegó el capitán Janáriz y me pidió que me hiciera cargo de organizar la afiliación.

Se preguntaba al movilizado, entre otras cosas, el nombre y la afiliación política. Desde que se había afiliado a unas cincuenta personas ya casi todos daban como afiliación política “voluntario falangista”, Enrique me había dicho que no había apenas falangistas en Oviedo, pero eso fue lo que ocurrió.

En seguida vino Enrique a la mesa a comentarme: -¿Ves esos voluntarios jugando al escondite? Son alumnos de la academia, se han movilizado bastantes de nuestros alumnos y estoy orgulloso de ellos, no sé si dentro de un rato empezarán a aparecer madres a reclamarlos. ¿Qué vamos a hacer, los devolvemos o los comprometemos por su firma?. A lo largo de la mañana se pudo ver que los temores de Quique no se cumplieron. Luego supimos de muchas madres orgullosas de la gallardía de sus hijos.

Mis hijos Juaco y Enrique habían hecho el servicio militar a la vez y habían ejercido de sargentos en el Milán, se habían examinado exitosamente para alcanzar el grado de alféreces. Cuando se movilizaron no aparecieron los papeles de los exámenes y el capitán responsable que podía testimoniar sobre ese examen estaba en Trubia, que quedó en Zona Roja, de ese modo se conformaron en alistarse como sargentos. Manolo se movilizó como cabo y Pablo que no había hecho el servicio militar, “en el sorteo de quintas” había resultado excedente de cupo, así que se movilizó como soldado.

Aranda asumió los poderes y neutralizó al Gobierno Civil al que sometió a arresto bajo la custodia de la autoridad militar. 

Coordinó la acción militar y en las conversaciones se acordó que el Milán y el cuartel de Simancas de Gijón unirían sus fuerzas para tomar el control del centro de Asturias. De Oviedo salió una columna a enlazar con la que vendría de Gijón. Fue un fracaso, los de Gijón no llegaron y podría haber terminado en una tragedia.

Mi hijo Enrique me contó con desesperación que el avance fue correcto, pero cuando se perdió la esperanza de que las fuerzas de Gijón llegaran, sin tener noticias de ellos, se decidió se debía volver a Oviedo y tomar posiciones. Me decía: 

-Nosotros a la vuelta nos pasamos todo el tiempo metiendo prisa y advirtiendo del peligro de que se nos hiciera de noche al raso. Veíamos el peligro de ser emboscados. No nos tomaron en serio y parecía una romería en vez del avance de una columna militar en guerra con el riesgo que eso entraña. Pero los mismos que obstaculizaban la retirada, con sus alegrías y sus bromas, se asustaron y a última hora la entrada a Oviedo en la oscuridad fue a la carrera, sin avanzadillas para prevenir posibles emboscadas, con un riesgo gravísimo, suerte que los mineros son aun más desastrosos que nosotros lo fuimos esta tarde. 

En la noche del día veinte, en la lectura de órdenes en todos los acuartelamientos de Oviedo se los citó. La orden decía más o menos: “Merecen cita especial los sargentos Joaquín y Enrique Echeverría por su conducta distinguida en mantener el orden de marcha en la retirada del avance de la cabeza de puente en Llanera de Lugones”.

A Juaco, Enrique y Pablo los destinaron a Pando. Me contaba Enrique que Juaco era el hombre de confianza del Capitán de su compañía, el capitán Janariz.

Al principio en Oviedo vivimos con cierta tranquilidad, la presión no era excesiva y aguantamos bien.

Yo me quedé en el Gobierno Militar atendiendo las necesidades administrativas y Manolo quedó movilizado en el estado mayor, su edad lo hacía persona de respeto. En mi caso no tenía sentido que un viejo como yo, mi grado era brigada, me pusiera al frente de un pelotón o una sección a correr campo delante de los soldados, cuando las bajas fueron muy numerosas y faltaban mandos cambió la cosa y me responsabilizaron de una zona de Oviedo, pero ya llegaremos a eso.

En Gijón los ciudadanos no se movilizaron como lo habíamos hecho en Oviedo, los alzados apenas contaban con 600 hombres, en Oviedo éramos más de 4.000. El coronel Pinilla, que mandaba la plaza, tenía instrucciones de ocupar la calle, el oficial encargado de tomar posiciones mandando una compañía, una vez fuera del cuartel contradijo esas órdenes de su coronel, y cuando se reacciona desde el cuartel para ocupar la ciudad el esfuerzo se hace inútil. Finalmente la resistencia de Gijón cae después de un mes, no se hacen prisioneros, los sitiados fueron asesinados. En ese mes reciben una presión enorme, permanecen sitiados en el cuartel, son bombardeados por barcos de La Armada, e incluso se hizo un minado para volar el cuartel desde el túnel construido.

El comienzo del alzamiento estuvo lleno de desconcierto, por ejemplo se concentró en Oviedo una multitud de guardias civiles traídos desde los cuarteles rurales. Me contaba Enrique, en su última visita, que cuando descargan un contingente de guardias civiles en la posición de Pando, observan como se van bajando de la caja de un camión con cara de circunstancias y algunos bajan puño en alto. Juaco, ya sabéis su extroversión, les grita: -Eh, ¿A donde creéis que venís? ¿Qué es ese puño? Creo que vi una reacción de relax en muchos de ellos al comprender la situación en la que se hallaban.

Estas fuerzas aportaban número, pero los voluntarios eran más combativos, todos jóvenes y entusiastas. Los guardias civiles eran mayores y muchos de ellos con obligaciones familiares, el estar separados de sus familias tampoco contribuía a darles moral, temían represalias sobre sus familias. Los policías de asalto eran un caso aparte, en general estos policías no veían el Movimiento con simpatía, estaban allí por pura casualidad, aunque fueron dándose cuanta de lo que los esperaba si caíamos en manos del enemigo, no fueron nada entusiastas, algunos desertaron y se pasaron al otro bando, las líneas estaban próximas y no era demasiado difícil.

La caída de Gijón y la masacre de los defensores del Simancas hizo a los tibios que estaban con nosotros por circunstancias, pasaran a verse algo más comprometidos con la causa. De cualquier modo sin nuestro entusiasmo hubiera sido imposible defender Oviedo, dado en bombardeo a que nos tenían sometidos.

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35. La acción de la Loma del Canto. El día de Lepanto o de la Virgen del Rosario.

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